sábado, 21 de septiembre de 2013

A propósito de que las miradas lascivas deben de ser tratadas por el juzgado de lo penal


 Artemisa, consagrada a la castidad, estaba bañándose desnuda en los bosques cercanos a la ciudad beocia de Orcómeno, cuando Acteón la encontró casualmente. Se detuvo y se quedó mirándola, fascinado por su belleza enajenante. Como castigo, Artemisa lo transformó en un ciervo por la profanación de ver su desnudez y sus virginales misterios, y envió a los propios sabuesos de Acteón, cincuenta, a que lo mataran. Estos lo hicieron pedazos y devoraron  sus carnes, (excepto sus tripas que se las dieron de comer a un cerdo. Bueno vale, esto último es trola, pero le da un énfasis de éxtasis cercano a la santidad.)




El movimiento feminista se encuentra quejumbroso y dolorido porque los hombres no reconocen su criminalidad mental violadora.

No reconocer mi criminalidad mental violadora es sospechoso de ser una variante reaccionaria de la sociedad machista patriarcal en la que vivimos, y por tanto, ser un obstáculo para que las mujeres lleguen al poder para heredar la tierra.

El género masculino nunca reconoce su enfermedad mental, como le sucede a todo enfermo mental. La sintomatología común en el desorden mental antifeminista es mirar a alguien con deseo. Los hombres que miran a una mujer con deseo deben de ser internados en pabellones psiquiátricos para pasar por reprogramación.

Si reincide en su conducta estaríamos hablando ya de terrorismo machista de baja intensidad. Si se trata de miradas deseosas de un grupo de hombres estaríamos hablando de kale borroka machista.

El movimiento feminista se encuentra quejumbroso y dolorido porque el género masculino no empatiza con el sufrimiento de la mujer y su candidez. El género masculino adultocentrista vive para su placer egoísta, la satisfacción de sus instintos retorcidos y perversos, seduciendo y utilizando a chicas inocentes, futuras víctimas todas del amor romántico.

El género masculino engaña a las mujeres para prostituirlas, censura y reprime cuando puede, usa la agresión verbal y la descalificación, dispone sin autocontrol de conductas sexuales de humillación y sadismo.

El género masculino debe rectificar por tanto su conducta, si no quiere entrar en conflicto y atenerse a las consecuencias.








Abajo, la reina putera Catalina de Rusia posando con su caballo, poco antes de mantener relaciones sexuales con él. Era una reina bondadosa, compasiva y piadosa. Entre sus numerosas obras de caridad estaba las de recompensar a fuertes y poderosos  muertos de hambre por sus servicios coitales.

 
  


Abajo Margaret Tatcher posando para bombardear Las Malvinas. Entre sus numerosos chistes de pasillos de congresos estaba la broma de bombardear Madrid.

 
 



 Abajo Esperanza Aguirre montándose uno de sus numerosos castings para conquistar la gloria.

 
 

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