viernes, 30 de agosto de 2013

Las cesiones ilegales de trabajadores de Isban. Lo que hay que leer en las pantallas...

A las empresas cuando facturan más de cinco millones de euros anuales, Hacienda les mete un palo considerable. Entonces es necesario crear otras empresas para desviar fondos, hacer cesiones ilegales de trabajadores, falsear cuentas, etc... etc...

El caso de la multinacional Isban, como toda consultora cárnica que se precie no es para menos. Mantiene sus intereses millonarios en la cesión ilegal incluso si es necesario, realizando despidos encubiertos a todo grupo de chiflados en busca de épica y aventura tratando de reducir al gigante. Se trata de más de 10.000 trabajadores cedidos ilegalmente en todo el planeta en una empresa perteneciente al Grupo Santander.

Los grandes grupos hosteleros tampoco se cortan en crear hasta tantas empresas como bares para eludir los grandes impuestos. IKEA tambien se apunta al carro de la cesión ilegal para eludir convenios, por cierto.

Este es uno de los muchos significados de "a los inversores hay que atraerlos, no espantarlos". No sea que les dé por tirarles a las chusmas obreras encima.



¿Qué es lo que puede joder tanto?. Copio y pego:


Las condiciones laborales en ISBAN se están volviendo más precarias cada día que transcurre y esta situación se ha tornado en insostenible ante la falta de respeto y ambición de unos directivos que buscan enriquecerse a costa de la explotación de los trabajadores. La fórmula en ISBAN es bien sencilla: meter miedo a los trabajadores y las trabajadoras para que acepten casi cualquier condición laboral, por dramática que sea.

Cambio de turnos, horas extras sin pagar, ambiente cuartelario, incumplimiento de contratos, cesiones ilegales...Todo vale en ISBAN para que unos pocos se llenen los bolsillos.

Este escenario ha terminado de explotar ante la noticia de los próximos despidos que se nos vienen encima. Por ello, hemos decidido reunirnos en asamblea para tratar estos dos puntos:

a) Lucha contra los despidos.
b) Lucha por la contratación directa de trabajadores cedidos en ISBAN.
Las convocatorias de las asambleas son las siguientes:

1ª CONVOCATORIA:
Miércoles 28 de agosto, 18:00 horas.
Oficinas de CSA Isban. La Finca (Pozuelo). Edificio 11 (pendiente de sala, quedamos a la puerta).


La denuncia por cesión ilegal y la reciente creación de las secciones sindicales ha comenzado a llenar de nerviosismo los despachos de la Dirección, que en el caso de ISBAN se ha transformado en un intento de dificultar el reparto de las octavillas. Lo que inquieta a la Dirección de estas empresas es que los trabajadores y las trabajadoras se conciencien de la necesidad de organizarse para defenderse y reclamar sus derechos.

El caso de Panel Sistemas como "reclutador" e ISBAN como "empleador" es todo un símbolo dentro del mercado de los servicios informáticos y uno de los más flagrantes ejemplos de las pésimas condiciones laborales y la precariedad que ha invadido el sector. La subcontratación que aplica ISBAN afecta prácticamente a la totalidad de la plantilla, y no sólo es Panel Sistemas la que se presta a este juego de mercadeo de trabajadores y trabajadoras, sino que son muchas más empresas las que, bajo la etiqueta de consultoras, terminan lucrándose de este modelo de negocio tan irresponsable y anti-humano.

Los trabajadores de estas empresas consultoras hemos dejado definitivamente de contar como personas y hemos pasado a ser "cosas" o recursos con los que comercian unos cuantos. Nuestro esfuerzo, nuestro conocimiento, nuestro tiempo, es utilizado por una élite cuyo único fin es el enriquecer sus bolsillos y el de sus amigos (y es que otra de las particularidades del tándem ISBAN-Panel, donde también debería figurar Vector, es el amiguismo entre las direcciones de las empresas).


jueves, 29 de agosto de 2013

Poca gente sabe que todos los colgaos están en las fiestas de Villa de Vallecas, pero lo sabrán.

Bueno, bueno, bueno. Septiembre llega cargado de tensión. Las acampadas en el palacio de oriente, las protestas contra la guerra en Siria, las manifestaciones contra el paro, la carestía de vida y contra el recorte de pensiones, etc...

Para el relax dejo la sesión vermuth de las fiestas de villa de valllecas.





Bueno, es inevitable colgarlo


TODOS ACABAREMOS EN UNA BOLSA DE CADÁVERES

martes, 27 de agosto de 2013

El colapso del Antiguo Régimen. ¿Cambian los tiempos?

Hoy como ayer, las reformas emprendidas para capear el temporal de una crisis económica, política y social de órdago fueron totalmente ineficientes y en suma, acabaron propiciando una salida revolucionaria donde la burguesía iba a desplazar de las posiciones de poder a la aristocracia y a la nobleza.

Las instituciones y sus privilegios en el Antigüo Régimen en nada cambiaron. Los grandes propietarios siguieron explotando sus recursos particulares causando grandes cargas fiscales a la agricultura de subsistencia (entre las más perjudicadas) y revirtiendo dichos impuestos en funcionarios y hombres de negocios de la capital, mayormente.

Las malas cosechas causaron una inflación de precios y como sucede en todas las crisis de subsistencia, provocó la aparición de enfermedades y epidemias. En Cádiz, la fiebre amarilla causó la muerte de más de ocho mil personas.

Así dada la coyuntura económica, las divisiones entre clases sociales se hicieron más profundas, más rígidas y, como contrapeso a la ruptura social las ostias desde arriba llegaron más tensas para animar a la "participación" de todos y todas en la vida social y económica.

Se producían hurtos fanélicos en cada panadería, atracos en domicilios privados de autoridades políticas, etc...

En 1801, Valencia iba a explotar en considerables y reprimidas algaradas cuyo orígen de la violencia no sería la inflación (la inflación era menor en las costas del Este) ni el desempleo ni la mendicidad que probablemente llevaría a muchos a unirse a clanes de delincuentes (hay una película muy interesante sobre clanes de delincuentes llamada "Una educación siberiana"). La causa de las algaradas fue una imposición subyacente de ira: el reclutamiento obligatorio para servir en las milicias.

Intentando capear el temporal, el gobierno ordenó vender propiedades de la iglesia, debido a los gastos de la guerra con Inglaterra (1796-1808).

4 años después, en 1812, aparecía la Constitución de Cádiz. Una Constitución revolucionariamente liberal que acabaría con buena parte de los bienes comunales del conjunto de vecinos entregados a terratenientes por un módico precio. A los cuatro años el dinero entregado en forma de bonos del Estado no valdría una mierda y así, en 1821 buena parte de las clases populares dieron su apoyo al Antiguo Régimen (carlismo) para recuperar los bienes comunales en una guerra civil que acabaría en 1823.



Como podemos los tiempos no cambian tanto tras más de doscientos años.

El reformismo económico y político se muestra inútil en dar una salida. Los sectores privilegiados están negados a ceder un ápice, pues como es lógico para ellos, antes que comerse ellos su mierda, se la dan de comer a otro.

Las instituciones doscientos años después estan desgastadas y sin embargo no cambian.

Los entusiastas de llegar a una sociedad mejor a través de reformas en las leyes, regeneración democrática participativa (¡oxímorones y pleonasmos, que me estas diciendo!!) y aquí viene lo mejor, "la revolución social pacífica", se acabaran encontrando frustrados y desencantados cuando comprueben que el Estado no puede subvencionar casa, energía, medicinas, sanidad, compresas y veterinario.

Más de doscientos años después volvemos a recordar a Pío Baroja, Larra, Pérez Galdós y otros burgueses desencantados definiendo el nuevo país llamado España como un país de mierda, de cabrones, de aprovechados, de estafadores y vividores.
El burgués intelectual que está haciendo de Pío Baroja se llama Arturo Pérez Reverte. Y va a trascender lo mismo que trascendió Pio Baroja: nada.

Doscientos años después, las enfermedades también aparecen por malnutrición, de forma mucho más grave si cabe que entonces. La sarna era inconcevible en la más mísera aldea gallega del siglo XIX. Sin embargo, ahora en Grecia la sarna arrasa y destroza.

En India la gente es felíz con sus gurús y sus chacras, a los que entregan una parte de su salario para después morir de hemorragias internas por falta de vitamina K.

Los hurtos fanélicos se siguien produciendo inexorablemente. Antes sacaron a los policías a caballo, calle arriba calle abajo. Ahora sacan los policías en coche calle arriba, calle abajo.

Se llevan los alimentos de los supermercados sin pagar y se persigue más que en la crisis de 1993. Los alimentos bastante caros por cierto. Un kilo de patatas cuesta 6 céntimos de euro comprados al agricultor y así con todo, viviendas, muebles, etc...

Resulta paradójico que tanto como con Stalin como con Hitler robar un saco de patatas fuera un crimen contra el pueblo o contra el orgullo de la patria, dependiendo del lugar. Es como si el hambre fuera un arma de guerra para hacer pasar por el aro a la población.

Y así, hoy como ayer, poco a poco la ruptura social se va produciendo.


Más de doscientos años después en Valencia se producieron altercados por las condiciones de vida. Hoy como ayer, también estamos en conflicto con Inglaterra y hace poco, hoy como ayer, el gobierno empezó a meter mano a la fiscalidad de la iglesia.



Doscientos años después las malas cosechas no van tan ligadas al clima como en antaño. Las malas cosechas van ligadas a la energía. El siglo XXI es el siglo de la cuestión energética porque nadie sabe a ciencia cierta si es real o imaginario, pero va a haber una crisis energética.

El hecho de que Arabia Saudita mintiera sobre sus reservas petrolíferas, la desestabilización de Oriente y los días nublados, son motivos más que suficientes para aumentar el precio del barril de petróleo.

La falta de liquidez de los estados ya ha provocado que Ucrania reconozca que las va a pasar putas para comprar gas este verano.

Europa quiere construir un anillo del gas con Argelia para no depender del gas ruso y es aquí el meollo del siglo XXI. ¿Qué harán potencias energéticas como Rusia y Kazahjstan o como se escriba?. Por Rusia y sus nuevas relaciones internacionales con socios petrolíferos y de recursos minerales pasa la cuestión energética del siglo XXI.

Lo  más probable es que no se ponga control a la cuestión energética y los precios de los alimentos se disparen.

La otra cuestión derivada de la energía son las comunicaciones. Los mercados bursátiles y nuestras pensiones están conectados por internet al IBEX 35 y a la bolsa de Nueva York. El combustible de internet, de los teléfonos móviles, de las radios de los aviones, se llama coltán. El 86% del coltán se encuentra en la República Democrática del Congo y somos totalmente dependientes de que un adolescente se meta en una mina, salga con un saco de coltán y lo transporte durante 3 días por la selva a cambio de 13 euros (una pasta allí). Y por supuesto, somos dependientes de que el Estado garantize la paz mediante la fuerza bruta, algo que no está consiguiendo allí.



Durante la crisis del Antiguo Régime, las malas cosechas fueron en parte debidas a la sequía y digo en parte, porque había tierras sin trabajar, al igual que ahora hay casas vacias y gente sin casas.

El principal problema del siglo XXI no son las desertizaciones, como vienen asegurando y acojonando durante años. El problema del siglo XXI es la crisis del agua potable. Nadie sabe a ciencia cierta si es real o ficticio el problema, pero tendremos una crisis del agua potable y el precio del agua va  a subir.

Todo el que viva en un pueblo es conocedor de las discordias que produce la gestión del agua.



En lo que respecta a la salida revolucionaria, hoy como ayer, es bastante probable que se produzca y es bastante probable que se vuelvan a reproducir los esquemas y valores del régimen anterior: lo nuestro es nuestro, lo vuestro de todos, trabajo asalariado vigilado y castigado, trabajadores aterrorizados por superiores y superiores aterrorizados por otros superiores.

En definitiva los regímenes cambian cada doscientos años. La única diferencia es que el sueño americano fue creado para el desarrollo de tecnología. La misma tecnología que permitirá que un satélite localize e IDENTIFIQUE nuestro rostro desde cualquier parte del mundo.

lunes, 26 de agosto de 2013

La okupación de tierras en la Corona de Castilla y Aragón. Un derecho firmado por el Rey



En efecto, okupar tierras era un derecho firmado por el Rey para los okupas y, no es que me haya vuelto monárquico de extrema izquierda ni portavoz de la conferencia episcopal. Al fin y al cabo, la historia casi siempre se ha llevado a cabo de la misma manera: "lo nuestro es nuestro y lo vuestro de todos".

Yo se que estas cosas chocan y resultan inauditas en nuestra cosmovisión e interpretación de la realidad, donde la okupación de tierras se considera un delito contra la propiedad privada y la de viviendas "baldías" se puede considerar dependiendo del juez, como un delito contra la propiedad privada o una forma de desobediencia civil.

Las condiciones climáticas y montañosas especiales ibéricas hacían harto complicada por aquél entonces la cosecha. Además los ríos al no ser totalmente navegables eran fronteras entre unas tierras y otras.

Entonces, en esta conjetura siempre se puede elegir entre cooperar o liarnos a ostias y a menudo, las dos opciones eran y son igualmente válidas. En las formas distributivas de las tierras, la Corona otorgaba el señorío de ellas a curas, corporaciones y seglares.

No obstante, en Castilla existía una tradición de propiedad comunal donde las tierras pertenecían al conjunto de vecinos, los cuáles administraban en asambleas concejiles horizontales en nombre de la Corona.

Las tierras de mala calidad se denominaban "baldíos" y se regalaban sin ninguna concesión especial. Se usaban frecuentemente como pastizales. Eran zonas de monte alto y monte bajo.

Se denominaba "derecho de presura" a la okupación de tierra real, con el permiso del Rey.

Se denominaba "derrota de mieses" a la okupación de pastizales y campos de grano, donde el propietario del campo debía permitirlo.

Se denominaba "ejido" a un pastizal para el uso común de los vecinos, aunque los forasteros podían hacer uso de ellas bajo ciertas condiciones.

Indudablemente, esto no se trataba de una maravillosa aldea hobbit donde todos estaban de acuerdo en su concepción maniquea del bién y el mal. La nobleza se creía descendiente de la grandeza visigoda y existieron revueltas campesinas como "los remensas" .

Pd: la idea de que existe una lucha entre el bién y el mal proviene de los cátaros, un movimiento gnóstico proveniente de Bulgaria, hacia el siglo X.




viernes, 23 de agosto de 2013

86 años después de la ejecución de Sacco y Vanzetti

Ayer 23 de agosto, se cumple el octoségimo aniversario del asesinato de Sacco y Vanzetti.  La justicia de Estados Undidos condenó a muerte a dos inmigrantes italianos, por un presunto homicidio, lo que produjo una cascada de concentraciones por todo el mundo pidiendo su absolución.

86 años después, las facilidades para encarcelar preventivamente en régimen de aislamiento a presuntos criminales mentales son bastante cómodas, debido a que no encuentran contestación alguna.

Si usted piensa que no es un criminal mental tengo algo que decirle. Eso no es asunto suyo, es asunto del DSM-V, de la ley, del Consejo General del Poder Judicial, etc.. y nadie más.


http://www.youtube.com/watch?v=wC2H1WUdTIY





jueves, 22 de agosto de 2013

El controvertido Félix Rodrigo Mora dando una charla sobre restauración rural y comunidades intencionales.



Para quien no lo conozca, Félix Rodrigo Mora es un intelectual autodidacta que apareció en el mundillo antisistema de una forma un tanto controvertida. Encuentra afinidad y apoyos parciales, casi tanto como escarnio, indignación y comentarios de los que se podría denominar.

Entre sus detractores, compactando las críticas, ha sido insinuado de sacerdote carlista, teniente capellán, formador del espíritu nacional, tertuliano de intereconomía, misógino, racista, intelectualoide vendelibros, enviado de la conferencia episcopal. Por su fijación con los clásicos griegos y romanos se le ha llamado también humanista.

Recientemente estuvo dando una charla en una asociación-pantalla protofascista, si no lo era ya.

Su discurso a grandes rasgos versa sobre el rechazo a la modernidad y post-modernidad, la regeneración individual y autoconstrucción del sujeto, la recuperación de la frugalidad y el esfuerzo y servicio desinteresado,  rechazo casi total de La Ilustración, asamblearismo y reducción casi al mínimo del Estado y las instituciones, recuperación de la vida comunal o economía del bien común.

Expone que los reaccionarios son los que defienden al Estado, desde la Revolución Francesa de 1789, la Revolución Española Liberal de 1812 y probablemente la Revolución Liberal Inglesa de 1648. Insinua que la Edad Media no existió como aseguran los centros de adoctrinamiento siendo ésta, la mejor época vivida por la humanidad en cuanto a calidad del individuo, capacidad de convivencialidad, asamblearismo y autogestión mediante el sistema comunal y los concejos abiertos.


Se puede decir que en lo que respecta al antidesarrollismo ha tenido más éxito que Unabomber.

lunes, 19 de agosto de 2013

Recopilación a cholón de textos antisistema. "Cuando la no-violencia es un suicidio" de Ted Kaczinsky ' Unabomber '

Extraido de la publicación Vive Salvaje o Muere

Estamos en el otoño del 2025 d.c. El sistema tecno-industrial se hundió el año pasado, pero tú y tus amigos estáis bien. Vuestro jardín ha florecido el pasado verano y en vuestra cabaña teneis una buena provisión de vegetales secos, judías secas y otros alimentos para pasar el invierno que está llegando. Ahora mismo estáis cosechando vuestras patatas. Con vuestras palas estáis arrancando una por una las patatas y de la tierra sacáis los tubérculos color ciruela.
 
De repente un amigo te da un codazo y miras para arriba. ¡Oh-oh!. Unos hombres de armas que parecen malvados están a punto de llegar a tu sendero. Ellos tienen armas. Ellos parecen ser un problema, pero tú te mantienes firme. El líder del gang (pistoleros) se dirige hacia ti y te dice: “Tienen buena pinta esas patatas”/ “Sí”, replicas/ “Tienen buena pinta esas patatas” “Nos las vamos a llevar” dice el líder de los pistoleros. “¡Vete al infierno!” –respondes- “Para que crecieses hemos pasado un largo verano de duro trabajo...”
 
El líder pistolero apunta su rifle en tu cara y dice “¡Idiota!”. A añade a sus hombres: “Dick, Ziggy, mirar en la cabaña que tipo de comida tienen. Nos mudaremos aquí para pasar el invierno. “Mick, agarra a esa perra antes de que se escape. Tiene un culo bonito. Nos la vamos a follar todos esta noche.”
 
Tú te cabreas y empiezas verbalmente a disparar: “¡Bastardo! No puedes...” El rifle hace Bang!. Estás muerto.
 
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La no-violencia sólo funciona cuando tienes a la policía para protegerte. En ausencia de la policía la no-violencia es prácticamente equivalente al suicidio.
 
Sin lugar a dudas no es cierto en todos los momentos y lugares. Entre los pigmeos africanos, tal y como los describe Colin Turnbull, la violencia mortal contra los humanos era casi desconocida. En otras sociedades nómadas recolectoras-cazadoras la gente mata a veces a otras personas en una pelea, pero nunca conquistan el territorio de otros, o sistemáticamente tribus. Bajo estas condiciones, la no-violencia no es inconsecuente con la supervivencia.
 
Pero, realistamente, estas no son las condiciones que prevalecerán si y cuando el sistema tecno-industrial se colapse. Hay muchísima gente mezquina por ahí: Nazis, Ángeles del Infierno (Hell´s Angels), Ku Kux Klaners, la Mafia... otros muchos no pertenecen a grupos reconocidos. Ellos no van a desaparecer en el aire cuando el sistema se desmorone. Ellos seguirán por ahí. Posiblemente no tengan éxito en conseguir plantar su propia comida aunque lo intenten y no lo intentarán porque la gente de ese tipo encuentran mejor quitársela a otra gente que tener que cultivarla ellos mismos. Y en tanto que hay vicios, ellos te matarán o violarán simplemente para divertirse, aunque no necesiten tu comida.
 
Mucha gente corriente, también, que bajo estas condiciones son pacíficos y sosegados, se volverán viciosos cuando estén desesperados por conseguir comida o tierra buena para la agricultura en la cual plantar. La falta de comida no será tan crítica en la llamada “Periferia” del planeta, donde los campesinos son todavía relativamente autosuficientes, pero en los países industrializados, donde la agricultura es completamente dependiente de pesticidas, fertilizantes químicos, y petróleo para tractores (entre otras cosas) y en los cuales poca gente tiene la capacidad de cultivar su propia comida eficientemente, la faltad de comida será extrema cuando el sistema colapse.
 
Vamos a asumir incluso por el bien del argumento de que los países industrializados tienen suficientes tierras arables para que, en teoría, la gente pueda cultivar sus alimentos mediante métodos primitivos. En la ausencia de un gobierno funcionando, no habrá forma de distribuir los habitantes de las ciudades por el territorio  asignando sistemáticamente a cada familia su propia porción de tierra. En consecuencia, habrá caos y confusión. Alguna gente intentará coger las más tierras que pueda o las mejores para sí mismos, otros se opondrán a ellos y las peleas mortales estallarán. Se organizarán grupos armados por sí mismos para su propia protección o por propósitos agresivos. Si quieres sobrevivir al colapso del sistema, es mejor que te armes y te prepares para usar tu arma eficientemente. Esto quiere decir preparado tan bien psíquica como físicamente.
 
Estar armado y preparado para luchar en auto-defensa no va a ser simplemente una condición necesaria para tu supervivencia, va a ser tu deber. Los  Nazis, Ángeles del Infierno y Ku Kux Klaners no van a ser el enemigo más peligroso de la libertad. Porque esta gente revoltosos, turbulentos y sin-ley, es poco probable o nada probable que creen organizaciones grandes y eficientes. Con mucho lo más peligroso será el tipo de gente que está en la columna vertebral del presente sistema, la gente que está adaptada a la vida en organizaciones disciplinadas: los tipos “burgueses” –los ingenieros, ejecutivos de negocios, burócratas, los oficiales militares, alguna policía y de ahí para adelante. Esta gente va estar ansiosa de reestablecer el orden, la organización y el sistema tecnológico lo antes que sea posible. Sus métodos no serán menos crudos que aquellos de los Nazis y Ángeles del Infierno pero ellos no vacilarán en usar la fuerza y la violencia cuando sea necesario para conseguir sus objetivos. Tú DEBES estar preparado para defenderte físicamente contra esta gente.

jueves, 8 de agosto de 2013

Recopilación de himnos históricos antisistema de España

ARROJA LA BOMBA (versión de O Garbanzo Negro):

supuestamente creada en una cárcel durante la dictadura de Primo de Rivera



HIJOS DEL PUEBLO (versión original de Flema):

supuestamente creada por el director de una banda militar



A LAS BARRICADAS (versión divertida SKA): himno de la Confederación Nacional del Trabajo, versión de la original polaca.


EL EJÉRCITO DEL EBRO (versión republicana de la original) comúnmente conocido como AY CARMELA: canción anarquista creada durante la ocupación francesa de Napoleón.




GALLO ROJO, GALLO NEGRO (versión original de Chicho Sánchez Ferlosio): canción de luchadores antifranquistas, como por ejemplo, Francisco Sabaté Llopart.





miércoles, 7 de agosto de 2013

Recopilación de textos antisistema de todo lo que vea en intener (III): Destruyamos el trabajo asalariado

 Frase Libertad sin amos


En su origen la palabra española «trabajo» remite a un instrumento de tortura, el tripalium. Y en alemán y ruso la etimología para «trabajo» (arbeitrabot), de origen indoeuropeo, pertenece a la misma raíz que da lugar a la palabra «robot», que significa «esclavo».

Si seguimos buscando en otras lenguas encontramos ejemplos parecidos que, como mínimo, nos dejan claro que el trabajo nunca fue plato de gusto.


Al menos ciertos trabajos: griegos y romanos distinguían entre «labor» y «trabajo» y usaban diferentes palabras para referirse a cada cosa. La labor era la tarea del hombre libre: la política, el debate filosófico, la caza, la guerra…

 Lo demás, la actividad productiva cotidiana, era casi todo cosa de esclavos. Una idea que, con o sin distinta terminología, se ha dado en todas las civilizaciones de la Historia hasta fechas bien recientes. En la Edad Media, el Renacimiento y en realidad hasta el advenimiento de la doctrina capitalista liberal, el trabajo manual no sólo era cosa de siervos o castas inferiores: es que estaba mal considerado. Ser artesano, maestro, agricultor o lo que fuere se consideraba una mancha en el currículum social del individuo.

 En la literatura española del Siglo de Oro se hace alarde de la vagancia del hidalgo, que no da un palo al agua en su vida y presume de ello, dejando por rústico y poca cosa al que se gana el pan con el sudor de su frente.

Esta mentalidad se mantuvo durante siglos, hasta que el auge de las naciones protestantes y el triunfo de la burguesía establecieron una nueva mitología en torno al trabajo como indicador de éxito, garante de la Gracia Divina y signo de salvación. Poco a poco, y no sin resistencias, esta filosofía ha ido extendiéndose por toda la Tierra y en la actualidad incluso naciones tenidas por perezosas, como la española, enarbolan la bandera del trabajo como virtud máxima del ciudadano.

El trabajo asalariado es la renuncia a nuestra propia identidad, la valoración económica de nuestras mentes, es aceptar ser vigilados, evaluados y reprimidos por nuestros vigilantes bajo la amenaza de abrir un expediente sancionador como poco, pasar por el aro a ostias. El trabajo asalariado es trabajar en una cárcel.







Éste, en puridad, es un obedecer constantemente a otros, día tras día durante lo sustantivo del tiempo de vigilia, año tras año, sin participar en la determinación de la naturaleza, fines, significación y procedimientos del acto productivo, sin poder hacer uso de las propias facultades psíquicas, reflexión y volición sobre todo, ni en sus formas colectivas ni en las individuales.
De ahí resulta un sujeto que ha sido hecho, por unos actos de sumisión repetidos infinitas veces durante toda la vida laboral, ininteligente y torpe en todo, sin voluntad propia e irresponsable, además de forzado a ser egoísta (dar lo menos por lo más, en la medida que se pueda, es consustancial al salariado, lo que crea también hábito) e interesado. Asimismo se convierte al asalariado en ente monetizado, hedonista, pues los placeres de los sentidos son la compensación que se otorga a quien ha de dedicar lo cardinal de su tiempo y energía a trabajar para otros, por tanto, a las ordenes de otros, y cosista, además de insociable en lo que más cuenta.
De todo eso se desprende una declinación, dramática por inexorable, de las cualidades intelectuales y morales del sujeto, pues el régimen del salariado es un amaestramiento, durante toda la vida, en los peores disvalores y en los mas execrables vicios, ocasionando una mutilación constitutiva del sujeto, quizá transgeneracional, que no ha de ser admitida en una sociedad razonablemente libre. De ahí que ésta no pueda aceptar el sistema de dictadura fabril asentado en el salario, un régimen de “semiesclavitud”, según Aristóteles, que crea seres no aptos para la participación en la conducción de la sociedad conforme a las reglas de la democracia.
En ello reside el aspecto negativo fundamental del sistema asalariado, y no en la explotación. Ésta, que existe y es muy real, con toda su carga de daño, no es lo principal. Lo que produce el trabajo asalariado como bien fundamental para el orden constituido no son mercancías, no es plusvalía, sino que son seres ¿humanos? aptos, sobremanera aptos, para ser dominados políticamente. El economicismo de la economía política y de sus seudocríticos, Marx en primer lugar, pone el acento en los objetos y en los valores medibles monetariamente, dejando en la sombra lo que es más decisivo: la empresa capitalista como lugar fundamental de constitución de un tipo de seres que se adecuan y son útiles a la dictadura política liberal.
- See more at: http://www.grupotortuga.com/Contra-el-trabajo-asalariado-de#sthash.THiOZjma.dpuf
Éste, en puridad, es un obedecer constantemente a otros, día tras día durante lo sustantivo del tiempo de vigilia, año tras año, sin participar en la determinación de la naturaleza, fines, significación y procedimientos del acto productivo, sin poder hacer uso de las propias facultades psíquicas, reflexión y volición sobre todo, ni en sus formas colectivas ni en las individuales.
De ahí resulta un sujeto que ha sido hecho, por unos actos de sumisión repetidos infinitas veces durante toda la vida laboral, ininteligente y torpe en todo, sin voluntad propia e irresponsable, además de forzado a ser egoísta (dar lo menos por lo más, en la medida que se pueda, es consustancial al salariado, lo que crea también hábito) e interesado. Asimismo se convierte al asalariado en ente monetizado, hedonista, pues los placeres de los sentidos son la compensación que se otorga a quien ha de dedicar lo cardinal de su tiempo y energía a trabajar para otros, por tanto, a las ordenes de otros, y cosista, además de insociable en lo que más cuenta.
De todo eso se desprende una declinación, dramática por inexorable, de las cualidades intelectuales y morales del sujeto, pues el régimen del salariado es un amaestramiento, durante toda la vida, en los peores disvalores y en los mas execrables vicios, ocasionando una mutilación constitutiva del sujeto, quizá transgeneracional, que no ha de ser admitida en una sociedad razonablemente libre. De ahí que ésta no pueda aceptar el sistema de dictadura fabril asentado en el salario, un régimen de “semiesclavitud”, según Aristóteles, que crea seres no aptos para la participación en la conducción de la sociedad conforme a las reglas de la democracia.
En ello reside el aspecto negativo fundamental del sistema asalariado, y no en la explotación. Ésta, que existe y es muy real, con toda su carga de daño, no es lo principal. Lo que produce el trabajo asalariado como bien fundamental para el orden constituido no son mercancías, no es plusvalía, sino que son seres ¿humanos? aptos, sobremanera aptos, para ser dominados políticamente. El economicismo de la economía política y de sus seudocríticos, Marx en primer lugar, pone el acento en los objetos y en los valores medibles monetariamente, dejando en la sombra lo que es más decisivo: la empresa capitalista como lugar fundamental de constitución de un tipo de seres que se adecuan y son útiles a la dictadura política liberal.
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Examinemos, aunque de manera harto lacónica, la forma más común de práctica amaestradora y modo de inculcación de hábitos del sujeto común que tiene lugar en nuestra sociedad, el trabajo asalariado (también desempeña una función similar el sistema educativo, en especial, la enseñanza universitaria).
Éste, en puridad, es un obedecer constantemente a otros, día tras día durante lo sustantivo del tiempo de vigilia, año tras año, sin participar en la determinación de la naturaleza, fines, significación y procedimientos del acto productivo, sin poder hacer uso de las propias facultades psíquicas, reflexión y volición sobre todo, ni en sus formas colectivas ni en las individuales.
De ahí resulta un sujeto que ha sido hecho, por unos actos de sumisión repetidos infinitas veces durante toda la vida laboral, ininteligente y torpe en todo, sin voluntad propia e irresponsable, además de forzado a ser egoísta (dar lo menos por lo más, en la medida que se pueda, es consustancial al salariado, lo que crea también hábito) e interesado. Asimismo se convierte al asalariado en ente monetizado, hedonista, pues los placeres de los sentidos son la compensación que se otorga a quien ha de dedicar lo cardinal de su tiempo y energía a trabajar para otros, por tanto, a las ordenes de otros, y cosista, además de insociable en lo que más cuenta.
De todo eso se desprende una declinación, dramática por inexorable, de las cualidades intelectuales y morales del sujeto, pues el régimen del salariado es un amaestramiento, durante toda la vida, en los peores disvalores y en los mas execrables vicios, ocasionando una mutilación constitutiva del sujeto, quizá transgeneracional, que no ha de ser admitida en una sociedad razonablemente libre. De ahí que ésta no pueda aceptar el sistema de dictadura fabril asentado en el salario, un régimen de “semiesclavitud”, según Aristóteles, que crea seres no aptos para la participación en la conducción de la sociedad conforme a las reglas de la democracia.
En ello reside el aspecto negativo fundamental del sistema asalariado, y no en la explotación. Ésta, que existe y es muy real, con toda su carga de daño, no es lo principal. Lo que produce el trabajo asalariado como bien fundamental para el orden constituido no son mercancías, no es plusvalía, sino que son seres ¿humanos? aptos, sobremanera aptos, para ser dominados políticamente. El economicismo de la economía política y de sus seudocríticos, Marx en primer lugar, pone el acento en los objetos y en los valores medibles monetariamente, dejando en la sombra lo que es más decisivo: la empresa capitalista como lugar fundamental de constitución de un tipo de seres que se adecuan y son útiles a la dictadura política liberal.
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Examinemos, aunque de manera harto lacónica, la forma más común de práctica amaestradora y modo de inculcación de hábitos del sujeto común que tiene lugar en nuestra sociedad, el trabajo asalariado (también desempeña una función similar el sistema educativo, en especial, la enseñanza universitaria).
Éste, en puridad, es un obedecer constantemente a otros, día tras día durante lo sustantivo del tiempo de vigilia, año tras año, sin participar en la determinación de la naturaleza, fines, significación y procedimientos del acto productivo, sin poder hacer uso de las propias facultades psíquicas, reflexión y volición sobre todo, ni en sus formas colectivas ni en las individuales.
De ahí resulta un sujeto que ha sido hecho, por unos actos de sumisión repetidos infinitas veces durante toda la vida laboral, ininteligente y torpe en todo, sin voluntad propia e irresponsable, además de forzado a ser egoísta (dar lo menos por lo más, en la medida que se pueda, es consustancial al salariado, lo que crea también hábito) e interesado. Asimismo se convierte al asalariado en ente monetizado, hedonista, pues los placeres de los sentidos son la compensación que se otorga a quien ha de dedicar lo cardinal de su tiempo y energía a trabajar para otros, por tanto, a las ordenes de otros, y cosista, además de insociable en lo que más cuenta.
De todo eso se desprende una declinación, dramática por inexorable, de las cualidades intelectuales y morales del sujeto, pues el régimen del salariado es un amaestramiento, durante toda la vida, en los peores disvalores y en los mas execrables vicios, ocasionando una mutilación constitutiva del sujeto, quizá transgeneracional, que no ha de ser admitida en una sociedad razonablemente libre. De ahí que ésta no pueda aceptar el sistema de dictadura fabril asentado en el salario, un régimen de “semiesclavitud”, según Aristóteles, que crea seres no aptos para la participación en la conducción de la sociedad conforme a las reglas de la democracia.
En ello reside el aspecto negativo fundamental del sistema asalariado, y no en la explotación. Ésta, que existe y es muy real, con toda su carga de daño, no es lo principal. Lo que produce el trabajo asalariado como bien fundamental para el orden constituido no son mercancías, no es plusvalía, sino que son seres ¿humanos? aptos, sobremanera aptos, para ser dominados políticamente. El economicismo de la economía política y de sus seudocríticos, Marx en primer lugar, pone el acento en los objetos y en los valores medibles monetariamente, dejando en la sombra lo que es más decisivo: la empresa capitalista como lugar fundamental de constitución de un tipo de seres que se adecuan y son útiles a la dictadura política liberal.
- See more at: http://www.grupotortuga.com/Contra-el-trabajo-asalariado-de#sthash.ZKcCsgat.dpuf
Examinemos, aunque de manera harto lacónica, la forma más común de práctica amaestradora y modo de inculcación de hábitos del sujeto común que tiene lugar en nuestra sociedad, el trabajo asalariado (también desempeña una función similar el sistema educativo, en especial, la enseñanza universitaria).
Éste, en puridad, es un obedecer constantemente a otros, día tras día durante lo sustantivo del tiempo de vigilia, año tras año, sin participar en la determinación de la naturaleza, fines, significación y procedimientos del acto productivo, sin poder hacer uso de las propias facultades psíquicas, reflexión y volición sobre todo, ni en sus formas colectivas ni en las individuales.
De ahí resulta un sujeto que ha sido hecho, por unos actos de sumisión repetidos infinitas veces durante toda la vida laboral, ininteligente y torpe en todo, sin voluntad propia e irresponsable, además de forzado a ser egoísta (dar lo menos por lo más, en la medida que se pueda, es consustancial al salariado, lo que crea también hábito) e interesado. Asimismo se convierte al asalariado en ente monetizado, hedonista, pues los placeres de los sentidos son la compensación que se otorga a quien ha de dedicar lo cardinal de su tiempo y energía a trabajar para otros, por tanto, a las ordenes de otros, y cosista, además de insociable en lo que más cuenta.
De todo eso se desprende una declinación, dramática por inexorable, de las cualidades intelectuales y morales del sujeto, pues el régimen del salariado es un amaestramiento, durante toda la vida, en los peores disvalores y en los mas execrables vicios, ocasionando una mutilación constitutiva del sujeto, quizá transgeneracional, que no ha de ser admitida en una sociedad razonablemente libre. De ahí que ésta no pueda aceptar el sistema de dictadura fabril asentado en el salario, un régimen de “semiesclavitud”, según Aristóteles, que crea seres no aptos para la participación en la conducción de la sociedad conforme a las reglas de la democracia.
En ello reside el aspecto negativo fundamental del sistema asalariado, y no en la explotación. Ésta, que existe y es muy real, con toda su carga de daño, no es lo principal. Lo que produce el trabajo asalariado como bien fundamental para el orden constituido no son mercancías, no es plusvalía, sino que son seres ¿humanos? aptos, sobremanera aptos, para ser dominados políticamente. El economicismo de la economía política y de sus seudocríticos, Marx en primer lugar, pone el acento en los objetos y en los valores medibles monetariamente, dejando en la sombra lo que es más decisivo: la empresa capitalista como lugar fundamental de constitución de un tipo de seres que se adecuan y son útiles a la dictadura política liberal.
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Examinemos, aunque de manera harto lacónica, la forma más común de práctica amaestradora y modo de inculcación de hábitos del sujeto común que tiene lugar en nuestra sociedad, el trabajo asalariado (también desempeña una función similar el sistema educativo, en especial, la enseñanza universitaria).
Éste, en puridad, es un obedecer constantemente a otros, día tras día durante lo sustantivo del tiempo de vigilia, año tras año, sin participar en la determinación de la naturaleza, fines, significación y procedimientos del acto productivo, sin poder hacer uso de las propias facultades psíquicas, reflexión y volición sobre todo, ni en sus formas colectivas ni en las individuales.
De ahí resulta un sujeto que ha sido hecho, por unos actos de sumisión repetidos infinitas veces durante toda la vida laboral, ininteligente y torpe en todo, sin voluntad propia e irresponsable, además de forzado a ser egoísta (dar lo menos por lo más, en la medida que se pueda, es consustancial al salariado, lo que crea también hábito) e interesado. Asimismo se convierte al asalariado en ente monetizado, hedonista, pues los placeres de los sentidos son la compensación que se otorga a quien ha de dedicar lo cardinal de su tiempo y energía a trabajar para otros, por tanto, a las ordenes de otros, y cosista, además de insociable en lo que más cuenta.
De todo eso se desprende una declinación, dramática por inexorable, de las cualidades intelectuales y morales del sujeto, pues el régimen del salariado es un amaestramiento, durante toda la vida, en los peores disvalores y en los mas execrables vicios, ocasionando una mutilación constitutiva del sujeto, quizá transgeneracional, que no ha de ser admitida en una sociedad razonablemente libre. De ahí que ésta no pueda aceptar el sistema de dictadura fabril asentado en el salario, un régimen de “semiesclavitud”, según Aristóteles, que crea seres no aptos para la participación en la conducción de la sociedad conforme a las reglas de la democracia.
En ello reside el aspecto negativo fundamental del sistema asalariado, y no en la explotación. Ésta, que existe y es muy real, con toda su carga de daño, no es lo principal. Lo que produce el trabajo asalariado como bien fundamental para el orden constituido no son mercancías, no es plusvalía, sino que son seres ¿humanos? aptos, sobremanera aptos, para ser dominados políticamente. El economicismo de la economía política y de sus seudocríticos, Marx en primer lugar, pone el acento en los objetos y en los valores medibles monetariamente, dejando en la sombra lo que es más decisivo: la empresa capitalista como lugar fundamental de constitución de un tipo de seres que se adecuan y son útiles a la dictadura política liberal.
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Examinemos, aunque de manera harto lacónica, la forma más común de práctica amaestradora y modo de inculcación de hábitos del sujeto común que tiene lugar en nuestra sociedad, el trabajo asalariado (también desempeña una función similar el sistema educativo, en especial, la enseñanza universitaria).
Éste, en puridad, es un obedecer constantemente a otros, día tras día durante lo sustantivo del tiempo de vigilia, año tras año, sin participar en la determinación de la naturaleza, fines, significación y procedimientos del acto productivo, sin poder hacer uso de las propias facultades psíquicas, reflexión y volición sobre todo, ni en sus formas colectivas ni en las individuales.
De ahí resulta un sujeto que ha sido hecho, por unos actos de sumisión repetidos infinitas veces durante toda la vida laboral, ininteligente y torpe en todo, sin voluntad propia e irresponsable, además de forzado a ser egoísta (dar lo menos por lo más, en la medida que se pueda, es consustancial al salariado, lo que crea también hábito) e interesado. Asimismo se convierte al asalariado en ente monetizado, hedonista, pues los placeres de los sentidos son la compensación que se otorga a quien ha de dedicar lo cardinal de su tiempo y energía a trabajar para otros, por tanto, a las ordenes de otros, y cosista, además de insociable en lo que más cuenta.
De todo eso se desprende una declinación, dramática por inexorable, de las cualidades intelectuales y morales del sujeto, pues el régimen del salariado es un amaestramiento, durante toda la vida, en los peores disvalores y en los mas execrables vicios, ocasionando una mutilación constitutiva del sujeto, quizá transgeneracional, que no ha de ser admitida en una sociedad razonablemente libre. De ahí que ésta no pueda aceptar el sistema de dictadura fabril asentado en el salario, un régimen de “semiesclavitud”, según Aristóteles, que crea seres no aptos para la participación en la conducción de la sociedad conforme a las reglas de la democracia.
En ello reside el aspecto negativo fundamental del sistema asalariado, y no en la explotación. Ésta, que existe y es muy real, con toda su carga de daño, no es lo principal. Lo que produce el trabajo asalariado como bien fundamental para el orden constituido no son mercancías, no es plusvalía, sino que son seres ¿humanos? aptos, sobremanera aptos, para ser dominados políticamente. El economicismo de la economía política y de sus seudocríticos, Marx en primer lugar, pone el acento en los objetos y en los valores medibles monetariamente, dejando en la sombra lo que es más decisivo: la empresa capitalista como lugar fundamental de constitución de un tipo de seres que se adecuan y son útiles a la dictadura política liberal.
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Recopilación de textos antisistema de todo lo que vea en intener (II): Destruyamos el Estado del Bienestar

Asociamos «estado de bienestar» a otros términos mucho menos halagüeños: «sociedad de consumo», «primer mundo», «Europa rica»… Tras la pertinente comprobación histórica, concluimos que en general esta forma política y social tal como la conocemos hoy no es tanto la conquista de las luchas del movimiento obrero como se afirma de forma exagerada, sino que obedece en mucho mayor medida a las necesidades e intereses de las instituciones estatales liberales y capitalistas, intereses que se agudizan sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial.


Estas élites, en plena mundialización de la economía y de la guerra fría contra el comunismo, optaron por generar en determinadas zonas del planeta una cierta redistribución de la riqueza allí acumulada, parte de la cual se repartió entre amplias capas sociales en forma de servicios y subsidios, siempre administrados y dosificados por los aparatos estatales. Este tipo de políticas contaban ya con pequeños antecedentes desde principios del siglo XIX, pero fue en este momento, coincidiendo con la acuñación del término «estado de bienestar», cuando se apostó fuerteme por ellas.


Con estas políticas las clases dominantes a nivel mundial obtuvieron durante toda la segunda mitad del siglo XX y casi hasta nuestros días, la desactivación de las luchas obreristas revolucionarias en el primer mundo, conjurando así la amenaza socialista. Dichas élites se rodearon de un amplio y cómodo colchón amortiguador de «ciudadanos» conformistas con el orden liberal establecido, beneficiarios de cierta capacidad adquisitiva o de consumo, acostumbrados a depender cada vez en mayor medida y para más cosas de la institución estatal y, en el mejor de los casos, partidarios sólo de cambios políticos y sociales de carácter superficial.

Este análisis se complementa con razones económicas, de tanta, y quizá incluso de mayor relevancia que las anteriores, que tienen que ver con la teoría del economista John Keynes: la redistribución de servicios y subsidios entre la población de nuestros países occidentales también pretendió en su día la implantación de fuertes mercados internos que sirvieran de motor al desarrollismo económico capitalista.

En el caso español es revelador que, a pesar de la existencia de numerosos hitos de legislación y política laboral y social que se venían dando desde principios del siglo XIX, de la mano, justamente, del desarrollo del aparato estatal liberal, la implantación de una parte fundamental del estado de bienestar tal como ha llegado a nuestros días (Seguridad Social entendida como asistencia sanitaria gratuita universal, sistema estatal de pensiones y coberturas de desempleo cercanas al salario bruto) se la debemos principalmente a la dictadura franquista, y en concreto a leyes como la de Desempleo (1961) o la de Bases de la Seguridad Social (1963), promulgadas en tiempos de escasa o nula conflictividad obrera pero de fuerte impulso estatal al desarrollismo industrial.

En esta implantación profundizaron posteriormente diferentes gobiernos de la dictadura, y se completó hacia 1978.
Éste es el marco que se defiende hoy desde estos partidos, organizaciones y sindicatos citados.

Frente a la defensa de un modelo económico totalmente incluido en el capitalismo y diseñado y promovido por las élites liberal-burguesas que vienen acaparando el poder político, desde Tortuga apostamos por una revolución integral superadora del capitalismo y del sistema no libre de gobierno que le es inseparable acompañante. Desarrollaremos en este escrito las características principales de nuestro concepto de «revolución» así como del tipo de sociedad y relaciones humanas a las que aspiramos. Pero antes nos detendremos en una crítica más pormenorizada acerca del estado de bienestar y en un sucinto análisis del momento de crisis que actualmente parece atravesar este modelo.

El estado de bienestar es contrarrevolucionario

En realidad, éste viene a ser un modo de soborno o de compra material de lo que llaman la «paz social», esto es, la ausencia de conflictos. De esta forma se logra que amplias capas de población de las sociedades en las que el estado de bienestar se da acaben viviendo con actitudes conformistas y con nulos deseos de cambio social. El miedo a perder lo que se tiene impide, o vuelve muy complicado, analizar en profundidad las causas y consecuencias del orden político y social y evita que se tengan oídos receptivos hacia quien lo cuestiona. Aborta, en definitiva, la posibilidad de que la sociedad tome conciencia de las contradicciones en las que vive y se organice con voluntad y determinación de obtener cambios sustanciales, es decir, revolucionarios.

El estado de bienestar es injusto

Porque no es ni puede ser universalizable. Se da, como decimos arriba, en virtud de una cierta redistribución de riqueza acumulada en una porción minoritaria del planeta denominada «primer mundo». Una importante porción de esta riqueza no se genera en nuestros países sino que es expoliada del resto del mundo, o sea, de los países llamados (a causa de ello) empobrecidos, y depositada aquí. Tal cosa se consigue empleando multitud de fórmulas: colonialismo-imperialismo económico, multinacionales, deuda externa, reglas comerciales impuestas por el primer mundo, instituciones como el FMI, la OMC, etc. Llegado el caso, la maquinaria militar primermundista se convierte también en herramienta del robo de riqueza de esos países del tercer mundo, como podemos comprobar en los casos de Iraq, Libia o la República Democrática del Congo, por citar algunos de los más paradigmáticos en ese sentido.

Las grandes corporaciones expoliadoras emplean buena parte del capital que obtienen con dichas operaciones de colonialismo económico en realizar inversiones en los países del primer mundo donde están radicadas, dinamizando su economía y generando empleo. La tributación directa al estado de las grandes corporaciones, e indirecta a través de la economía subsidiaria que generan, es la que permite a éste recaudar el dinero «suplementario» con el que ofrecer a la ciudadanía los bienes y servicios que definen el estado del bienestar y de los que por supuesto no pueden gozar los habitantes de los estados expoliados, los cuales además sufren grandes daños en su propia economía doméstica. Un ejemplo menor pero muy clarificador podría ser la pesca del atún en las costas del Cuerno de África. Como puede apreciarse, el estado de bienestar es un producto resultante de las peores dinámicas del sistema económico capitalista, y su existencia guarda relación directa con la pobreza extrema de una parte mayoritaria de la humanidad.

El estado de bienestar es antidemocrático

De forma harto paradójica, la palabra «democracia» ha llegado a ser la más comúnmente utilizada para definir sistemas políticos que en realidad son de dominación. Nos cuesta hallar en la historia de los estados un orden de gobierno que en los hechos se haya correspondido con lo que intenta significar el vocablo. Es por ello por lo que tenemos ciertas reservas a la hora de emplearlo.

A nuestro juicio solo cabe hablar de «democracia» cuando cada persona puede participar libre y directamente en la decisión de aquellas cuestiones que le afectan. En consecuencia solo será «democrática» una sociedad que garantice tal principio a pequeñas y grandes escalas y ninguna otra.

El estado de bienestar es la concreción más pura y acabada del estado-nación liberal y burgués diseñado en el siglo XIX. Su existencia es el formidable logro de una situación en la que una pequeña élite acapara todo el poder de gobernar y dispone de la mayor parte de riqueza y medios para producirla, mientras que la mayoría desposeída completamente de poder y de la parte principal de la riqueza vive conformándose con su situación, satisfecha con los servicios materiales que recibe del estado y convencida de que pertenece a una sociedad libre y democrática.

Aunque el sistema de elecciones cada cierto número de años trata de dar carta de naturaleza a una pretendida «soberanía del pueblo», la realidad es que la alianza entre una pequeña oligarquía de políticos profesionales, la alta burocracia del estado, los poderes económicos y los medios de comunicación mantiene bien controlado el acceso a los centros de poder en todos los países donde se da el estado de bienestar.

Los votantes en todos estos estados, entre los que se encuentra el nuestro, están irremisiblemente abocados a optar solo entre opciones políticas continuistas. En cualquier caso, incluso aunque se diesen fórmulas electorales más abiertas, el resultado práctico seguiría a años luz de la democracia, ya que ésta, como decimos, supone la participación decisoria de las personas en aquellas cuestiones que les afectan.

Nada de eso sucede en las sociedades del estado de bienestar, en las cuales las personas, denominadas «ciudadanos», no tienen ninguna forma de decidir tales cosas y sólo reciben el dudoso derecho de votar cada cierto número de años para elegir a los miembros de la élite burocrática que han de regir irremisiblemente su vida y destino durante la siguiente temporada.

En el supuesto, cada día más inverosímil, de que fallase alguno de estos mecanismos de control, el aparato estatal-capitalista tiene otra carta guardada en la manga: la policía, el ejército y la cárcel. Estos órganos del aparato estatal son la definitiva negación de la democracia y el anuncio de viva voz de que nadie puede evitar obedecer las decisiones de las élites gobernantes ni muchísimo menos cuestionarlas en su esencia.

Es paradigmático el papel que juega la institución militar, que, como decíamos antes, es un elemento de primer orden como garante armado del expolio comercial del Norte sobre el Sur. Pero de puertas adentro, y en compañía de su institución vicaria, la policía, desempeña una función igualmente trascendente como última y determinante barrera defensiva de los intereses de la minoría en el poder.

Desgraciadamente en el estado español disponemos de abundante experiencia al respecto en los últimos 200 años. Desde los habituales pronunciamientos militares decimonónicos hasta las facultades que la misma Constitución vigente concede al ejército (pone los pelos de punta leer todo lo referido a estados de excepción, de alarma, a situaciones bélicas y más cosas) pasando por una ominosa y no tan lejana dictadura militar de casi 40 años.

El estado de bienestar es antiecológico

Estado de bienestar y sociedad de consumo vienen a ser sinónimos. El alto desarrollo industrial y tecnológico, así como los mecanismos capitalistas de expolio y concentración de la riqueza, han puesto en manos de amplias capas poblacionales de los países ricos una capacidad inédita de adquirir y consumir alimentos, productos manufacturados y servicios (por citar un ejemplo, los viajes en avión).

Palabras como «crecimiento», «desarrollo» y su eufemismo progre «desarrollo sostenible» o «de calidad» han sido y son mágicas consignas que han despertado maravillas en los oídos aburguesados de tanta gente. No pensamos que sea necesario extendernos para alertar de los efectos de tanto «desarrollo» y tanta capacidad de consumir y sus consecuencias a niveles medioambientales y de salud pública. Pocos dudan de la imposibilidad material de exportar a más lugares del planeta el modelo despilfarrador e irresponsable en lo material que caracteriza a todos los estados de bienestar (lo cual lo hace doblemente injusto), puesto que el colapso medioambiental sería casi inmediato.

Pero es que ni siquiera es preciso llegar a formular dicha hipótesis. Incluso circunscribiéndonos a los lugares del mundo en los que se da ahora, la consecuencia del consumismo practicado en el estado de bienestar estaría ya causando daños irreversibles al planeta (destrucción de la atmósfera, de la biodiversidad…). Daños que, de no corregirse a corto plazo, amenazan con ser devastadores.

El estado de bienestar es antihumano

Otro sinónimo de estado de bienestar podría ser «sociedad del espectáculo». Nosotros iríamos más allá y emplearíamos el término «sociedad del adoctrinamiento» La apuesta decididamente material y furibundamente antiespiritual y antimoral de este modelo de sociedad, unida a los mecanismos adoctrinadores que posee la institución que está en su centro –el Estado– también están generando un tipo de persona en permanente regresión.

Sistema educativo, cultura de masas, medios de información y comunicación… todo ello navega en una misma dirección –desde el poder hacia los individuos de la sociedad– generando una forma de concebir la realidad que ha sido definida como «pensamiento único».

La apuesta del citado pensamiento único por el materialismo y el utilitarismo en todas sus expresiones, así como por una manera relativista y no ética de vivir en sociedad están logrando poco a poco la desaparición de formas relacionales populares tradicionales, de realidades de apoyo mutuo a diferentes niveles y de imbricación de unas personas con otras.

Los valores cooperativos y solidarios que existieron tradicionalmente en numerosas colectividades van siendo sustituidos por actitudes egoístas e individualistas de darwinismo social, las espiritualidades se permutan por comportamientos hedonista-vacacionales, y la moral de las sociedades y la ética de las personas van siendo usurpadas en todos los casos por «lo que digan las leyes» y los tribunales del estado.

A esto último le han puesto el nombre de «estado de derecho».
 Cualquier revolución, cualquier sociedad que valga la pena requerirá personas capaces de vivirla, seres humanos que realmente deseen la justicia, amen la libertad y estén dispuestos a luchar y sacrificarse para su consecución. El estado de bienestar, podemos afirmarlo, no contribuye a que exista ese tipo de personas. Más bien a todo lo contrario.

 

¿Por qué ahora el estado de bienestar está en crisis?

En nuestra opinión, por varias causas.
En primer lugar, las élites que controlan el poder político y económico en el primer mundo, a partir de la caída del Muro de Berlín y del derrumbe del bloque leninista, han ido paulatinamente perdiendo interés por un modelo que ya no les es tan imprescindible como antes.

 Una vez conjurada la «amenaza comunista» y lograda la garantía de que la población del primer mundo ha perdido cualquier tipo de deseo revolucionario, no necesitan invertir-repartir tanta riqueza en sobornar a la sociedad primermundista para apagar la llama insurreccional. Una vez los mecanismos adoctrinadores han dado su fruto y la inmensa mayoría de la población no cuestiona la ficción democrática del parlamentarismo, es posible aumentar la cuenta de beneficios –deseo permanente del gran capital por su propia naturaleza– a costa de algunas prestaciones estatales.

Ese es el camino que se ha recorrido desde los años 90 hasta aquí, si bien en los últimos años se ha acelerado por causa de la crisis económica.
Una crisis que constituye un factor añadido. La burguesía –entonces clase social– desde el siglo XIX organizada en torno a la institución del estado-nación liberal, es quien ha estado hasta hoy al mando de política y economía, tratando de mantenerse erguida a lomos de una bestia más bien poco controlable: el sistema económico capitalista.

Dicho sistema, como es sabido, tiene sus ciclos largos y cortos, sus crisis financieras y sistémicas, sus recesiones e incluso una serie de contradicciones en las que podría estar escrito su derrumbe final. Hasta ahora la burguesía, luego convertida en oligarquía dominante, ha sabido cabalgar la bestia adaptándose a todos sus movimientos.

Según han ido sucediendo unas y otras crisis, estas personas, desde la institución estatal, auténtica torre de control también de la economía, han ido tomando las decisiones convenientes para mutar y adaptarse a la nueva situación. Así, el sistema económico, según momentos y zonas, ha sido librecambista, proteccionista, keynesiano o ultraliberal (entre otras formas).

El modelo económico ligado al estado de bienestar, el keynesianismo, ha venido siendo útil en momentos de fuerte desarrollismo. Los gurús de la economía han decidido que no es el más conveniente para capear momentos de crisis, y en consecuencia los gobiernos de los estados proceden hoy a recoger algunas de esas velas.

La crisis, que es productiva tanto como financiera, ha descuadrado el balance contable de los estados occidentales, los cuales se ven obligados a adoptar medidas de ahorro en su propia administración, así como ajustes diversos en las economías «nacionales» por una cuestión de «competitividad» ante otras economías emergentes.

A ambos tipos de medidas responden los llamados «recortes sociales» que tanto rechazo generan en la población. Como la otra de las causas del «estado de bienestar» es la generación de mercados internos de consumidores, cabe interpretar que las autoridades de los estados occidentales tratarán de practicar los mínimos recortes que juzguen suficientes y cuya cuantía va a depender de la dimensión y duración de la crisis.

Al menos en teoría. Como la citada crisis económica no solo afecta a los estados, sino también a las empresas privadas estamos asistiendo en numerosos países occidentales –en el estado español, por ahora, en pequeña medida– al «rescate» o adquisición por parte de los estados de empresas en crisis, bancos principalmente.

Este trasvase de propiedad y de recursos económicos entre grandes empresas y estados (se privatiza, se nacionaliza, se vuelve a privatizar, se emite deuda, se «rescata» al banco que compró la deuda… moviendo fondos existentes e inexistentes de aquí para allá, pero siempre en manos de las minorías dominantes) es una patente demostración de que la institución estatal y el sistema económico capitalista son la misma realidad. Ni siquiera esos «mercados» a los que se invoca como una oscura mano que actúa contra los intereses de los estados, ergo contra los intereses de los ciudadanos, son otra cosa que una suma de entidades financieras y terceros estados «compradores» de deuda, es decir, prestamistas.
Resulta curioso que los agentes de «la izquierda», que claman contra lo que juzgan «desmantelamiento del estado de bienestar», apenas incluyan en sus peticiones conservadoras análisis económicos que avalen la viablidad de sus propuestas dentro del propio sistema liberal-capitalista, que es donde al parecer desean permanecer.

¿Cuál es la propuesta entonces?

Por si alguien venía entendiendo algo en esa línea, no estamos proponiendo pasar del bienestar al «malestar». No se trata de derribar todo lo existente para volver a crear partiendo de cero. Por mucho que comprendamos al estado como una institución en manos de las élites y no del pueblo, no tendría sentido alguno renunciar «de golpe y porrazo» a todo lo que dicha institución hoy administra. Por ejemplo, mientras tomamos y no conciencia como sociedad y nos vamos autoorganizando en lo político y en lo económico, necesitamos un sistema de sanidad, entre otras cosas. Pero ello no quiere decir que no debamos a aspirar a dar los pasos necesarios para que el actual sistema sanitario esté, en un futuro, organizado y administrado democráticamente por las personas que son sus trabajadoras y usuarias, y no por dirigentes políticos y empresariales, como sucede hoy.
«La solución es la revolución» es un viejo eslogan recurrente en tiempos de crisis. Y es bien cierto. Pero una revolución que se ha de hacer paso a paso y con los pies en el suelo.
En primer lugar hay que despertar y tomar conciencia del engaño en que vivimos para no seguir defendiendo y apostando por aquello que nos destruye como sociedad y como personas, y que además es catastrófico para el medio ambiente…
A continuación tendremos que comprometernos y empezar a generar alternativas auténticas a aquello que criticamos.
Frente a la dimensión contrarrevolucionaria del estado de bienestar habremos de crear grupos organizados y coordinados, movimientos sociales y espacios en los que reflexionar juntos en un primer momento para después salir al encuentro de la sociedad y de las instituciones, denunciando y enfrentándonos a los aspectos más inmorales y las consecuencias más nocivas del sistema, sin caer en el llamado reformismo burgués y, por ello, apuntando en cada acto a la superación de dicho sistema en toda su extensión.
Ante su dimensión de injusticia social y de grave atentado contra el medio ambiente, habremos de aprender a renunciar a aquellos elementos materiales de nuestra forma de vida que son superfluos, prescindibles, antiecológicos y comparativamente injustos, apren­diendo a vivir con menos y a ser más felices así. Desde ahí nos apoyaremos mutuamente e interpelaremos a la sociedad invitándola a seguir nuestro ejemplo. Ante perversos sofismas como el «desarrollo sostenible», reivindicaremos el decrecimiento y la autogestión, abriendo caminos para experimentar fórmulas concretas de alternativa y superación del sistema económico capitalista.
Con respecto al déficit total de democracia, nos esforzaremos primero en denunciar tal situación con el fin de que sea conocida por el mayor número de personas. Evidentemente, dejaremos de participar y colaborar con cualquiera de los mecanismos que perpetúan la opresión (instrumentos coercitivos del estado) o sustentan la ficción democrática (elecciones). En su lugar desarrollaremos espacios asamblearios de participación horizontal y directa donde aprender primero a funcionar colectivamente con fórmulas realmente participativas, corresponsables y democráticas, para después extender estos espacios reclamando, disputando y arrebatando al sistema la potestad de decidir sobre las cosas que nos afectan. Asimismo, nos esforzaremos en crear alternativas tangibles y crecientes a todos los sistemas de adoctrinamiento vigentes: educativas, culturales y mediáticas.
Por último nos enfrentaremos a la destrucción que se está llevando a cabo actualmente de muchas de las características que a los seres humanos nos hacen ser tales, esforzándonos en recrear relaciones interpersonales y grupales verdaderas, de apoyo mutuo en lo económico, lo político y lo personal, tejiendo redes y alianzas de intereses e identidades comunes, generando sistemas amplios de participación en la gestión de la sociedad... Trabajaremos y tendremos en cuenta en nuestros grupos y movimientos sociales nuestras dimensiones humanas y psicoafectivas, las relaciones entre sexos, las necesidades de tipo cultural, espiritual, artístico… Reivindicaremos y tendremos muy presente la necesidad de una ética individual afirmada en valores positivos y de una moralidad social que ayude a mantener y desarrollar aquellos elementos comunes que se juzgan beneficiosos y necesarios, que además garantice la libertad de cada individuo en lo que se refiere a conciencia y opciones.

Grupo Antimilitarista Tortuga

Recopilación de textos antisistema de todo lo que vea en intener (I): La mierda da beneficios

El poder utiliza la ecología de muy distintas formas:

- Tapadera: para ocultar o distraer de otros problemas sociales, pero tratando solo los efectos de la contaminación, sin ir a sus causas.

- Eliminación de las competencias a las grandes empresas: gracias a la opinión pública del "no a la contaminación" pueden sacarse unas "leyes de descontaminación" que hundan a las pequeás empresas sin medios económicos para instalar determinados sistemas.

- Industria de descontaminación: una industria dedicada a la fabricación de sistemas de descontaminación, llevada por las mismas manos que las contaminantes

- Moda: se venden hasta colores ecológicos.


El problema ecológico comienza a preocupar a un gran número de personas porque el peligro se siente cada vez más cerccano. Pero sería erróneo creer que este movimiento es el resultado de una reacción espontánea de la población ante la degradación del medio en el que vive.

El movimiento contra la contaminación ha sido la rebelión de millares de personas que no quieren vivir en condiciones más detestables, sino una operación decidida por las altas finanzas y los gobiernos. Fue Richard Nixon, el 1 de febrero de 1970 quien creó un movimiento contra la polución.

¿Qué objetivo persigue la lucha contra la polución?

- La lucha contra la polución ofrece nuevas perspectivas a una economía que se va acercando a la asfixia, siempre buscando nuevas salidas. La futura industria anti-polución permitirá la creación de nuevos mercados.

- Las grandes empresas desarrollarán una ideología de la lucha contra la polución que permitirá a la colectividad cargar con los gastos.

En realidad,  en nombre de la protección de la naturaleza y de la preservación del medio ambiente, hacen pagar a todos el precio de los excesos cometidos por la gran industria.


Ahora la opinión pública está preparada y se le van a pedir esfuerzos personales y financieros. 



¿Cómo abordar el problema de la polución?

El reformismo pretende llevar la polución a los límites de lo tolerable, sin suprimir sus causas. Plantean que llegado el momento crítico, la ciencia y la tecnología darán la solución al problema.

Otras posturas revolucionarias unen el problema ecológico, al cultural, al social y al político dándole un enfoque revolucionario. No tienen sentido plantearse una atmósfera libre de mierda sin cambiar las condiciones de producción.


lunes, 5 de agosto de 2013

Válgame

Lo reconozco. El manicomio sibarita japonés de las anginas de pecho por 36 horas seguidas de trabajo, los derrames cerebrales tras estudiar 16 horas seguidas, el manicomio del esfuerzo y la constancia por el éxito para no deshonrar a la família, etc... lo ha vuelto a hacer. Me explico (a veces soy ambigüo explicándome)

Indagando en internet sobre la posible existencia de algún Anime para adultos (más tarde me enteré que se llama Seinen) que abordara tímidamente el conflicto social, desde un punto de vista socialdemócrata, tampoco era cosa de pedir mucho, acabé visualizando una serie llamada Chobits. Por supuesto que no encontré ningún anime japonés que abordara el conflicto social. Aunque ví a una joven que vendía perritos calientes mientras alguien le limpiaba lo de abajo (el algodón no engaña), pero eso ya es otra historia.

Chobits trata de un joven post-adolescente granjero del Japón rural, en tiempos de trasladarse a la ciudad a cursar estudios superiores. Es como un chaval de tantos, deseoso de estudiar muchas horas al día, trabajar para costearse los gastos y ver porno.

La línea del tiempo en la que transcurre la serie, es sobre una época donde los humanos pueden adquirir robots de apariencia humana indistinguible. El protagonista sufre por no poder hacerse con un robot para tener compañía.
What the fuck ????

Hasta que, ¡albricias!, un día se encuentra en la calle un robot con las características intelectuales y emocionales de una niña-perro.

Y esas cosas me llevan inevitablemente a un diálogo interno doloroso de guión de Big Bang Theory. Lo sé, aunque a veces uno no lo quiere dentro de una atmósfera freak, nos acabamos apoyando en un entorno freak.

¿Sería posible llegar a vivir con un robot en el futuro antes que con una persona?. Imagine, desde el punto de vista masculino, por supuesto: una mujer podría darle un toque de atención por estar reproduciendo los valores de la sociedad contrarrevolucionaria misógina y heteropatriarcal alejada de los tiempos modernos de la economía sexual matriarcal, si aconseja a su hijo echarle huevos. Sin embargo, el robot niña-perro sería la compañera perfecta. Ella nunca le diría que las miradas lascivas a la cara de una mujer, al escote, a las piernas o a los glúteos deben ser tratadas como una agresión verbal, como mínimo. Ella nunca le diría que la serie que está visionando es propaganda heteropatriarcal. (De hecho, Chobits es un rato heteropatriarcal).

¿Sería la sociedad del futuro, la sociedad orwelliana del orgasmo erradicado y seres asexuados que se sirven del coito con fines meramente reproductivos, siendo los robots el eje central de la existencia?.

¿Podrían adoctrinar a los robots para atarse a explosivos?. Ups, oh mierda, esto pondría en graves aprietos a mis principales lectores diarios de este blog, casualmente de Estados Unidos e Israel.

Si los robots están para complacer y servir  a sus amos,  ¿el magnicidio sería viable?.

Aquí dejo un capítulo sobre la robot niña-perro.



 No apto para gente de todas las edades con el puente desestabilizado o flotante incapaces de distinguir la realidad de la ficción.

No apto para personas que creen que pueden expulsar la conciencia de su cuerpo y llevarla a otro cuerpo o avatar.