martes, 27 de agosto de 2013

El colapso del Antiguo Régimen. ¿Cambian los tiempos?

Hoy como ayer, las reformas emprendidas para capear el temporal de una crisis económica, política y social de órdago fueron totalmente ineficientes y en suma, acabaron propiciando una salida revolucionaria donde la burguesía iba a desplazar de las posiciones de poder a la aristocracia y a la nobleza.

Las instituciones y sus privilegios en el Antigüo Régimen en nada cambiaron. Los grandes propietarios siguieron explotando sus recursos particulares causando grandes cargas fiscales a la agricultura de subsistencia (entre las más perjudicadas) y revirtiendo dichos impuestos en funcionarios y hombres de negocios de la capital, mayormente.

Las malas cosechas causaron una inflación de precios y como sucede en todas las crisis de subsistencia, provocó la aparición de enfermedades y epidemias. En Cádiz, la fiebre amarilla causó la muerte de más de ocho mil personas.

Así dada la coyuntura económica, las divisiones entre clases sociales se hicieron más profundas, más rígidas y, como contrapeso a la ruptura social las ostias desde arriba llegaron más tensas para animar a la "participación" de todos y todas en la vida social y económica.

Se producían hurtos fanélicos en cada panadería, atracos en domicilios privados de autoridades políticas, etc...

En 1801, Valencia iba a explotar en considerables y reprimidas algaradas cuyo orígen de la violencia no sería la inflación (la inflación era menor en las costas del Este) ni el desempleo ni la mendicidad que probablemente llevaría a muchos a unirse a clanes de delincuentes (hay una película muy interesante sobre clanes de delincuentes llamada "Una educación siberiana"). La causa de las algaradas fue una imposición subyacente de ira: el reclutamiento obligatorio para servir en las milicias.

Intentando capear el temporal, el gobierno ordenó vender propiedades de la iglesia, debido a los gastos de la guerra con Inglaterra (1796-1808).

4 años después, en 1812, aparecía la Constitución de Cádiz. Una Constitución revolucionariamente liberal que acabaría con buena parte de los bienes comunales del conjunto de vecinos entregados a terratenientes por un módico precio. A los cuatro años el dinero entregado en forma de bonos del Estado no valdría una mierda y así, en 1821 buena parte de las clases populares dieron su apoyo al Antiguo Régimen (carlismo) para recuperar los bienes comunales en una guerra civil que acabaría en 1823.



Como podemos los tiempos no cambian tanto tras más de doscientos años.

El reformismo económico y político se muestra inútil en dar una salida. Los sectores privilegiados están negados a ceder un ápice, pues como es lógico para ellos, antes que comerse ellos su mierda, se la dan de comer a otro.

Las instituciones doscientos años después estan desgastadas y sin embargo no cambian.

Los entusiastas de llegar a una sociedad mejor a través de reformas en las leyes, regeneración democrática participativa (¡oxímorones y pleonasmos, que me estas diciendo!!) y aquí viene lo mejor, "la revolución social pacífica", se acabaran encontrando frustrados y desencantados cuando comprueben que el Estado no puede subvencionar casa, energía, medicinas, sanidad, compresas y veterinario.

Más de doscientos años después volvemos a recordar a Pío Baroja, Larra, Pérez Galdós y otros burgueses desencantados definiendo el nuevo país llamado España como un país de mierda, de cabrones, de aprovechados, de estafadores y vividores.
El burgués intelectual que está haciendo de Pío Baroja se llama Arturo Pérez Reverte. Y va a trascender lo mismo que trascendió Pio Baroja: nada.

Doscientos años después, las enfermedades también aparecen por malnutrición, de forma mucho más grave si cabe que entonces. La sarna era inconcevible en la más mísera aldea gallega del siglo XIX. Sin embargo, ahora en Grecia la sarna arrasa y destroza.

En India la gente es felíz con sus gurús y sus chacras, a los que entregan una parte de su salario para después morir de hemorragias internas por falta de vitamina K.

Los hurtos fanélicos se siguien produciendo inexorablemente. Antes sacaron a los policías a caballo, calle arriba calle abajo. Ahora sacan los policías en coche calle arriba, calle abajo.

Se llevan los alimentos de los supermercados sin pagar y se persigue más que en la crisis de 1993. Los alimentos bastante caros por cierto. Un kilo de patatas cuesta 6 céntimos de euro comprados al agricultor y así con todo, viviendas, muebles, etc...

Resulta paradójico que tanto como con Stalin como con Hitler robar un saco de patatas fuera un crimen contra el pueblo o contra el orgullo de la patria, dependiendo del lugar. Es como si el hambre fuera un arma de guerra para hacer pasar por el aro a la población.

Y así, hoy como ayer, poco a poco la ruptura social se va produciendo.


Más de doscientos años después en Valencia se producieron altercados por las condiciones de vida. Hoy como ayer, también estamos en conflicto con Inglaterra y hace poco, hoy como ayer, el gobierno empezó a meter mano a la fiscalidad de la iglesia.



Doscientos años después las malas cosechas no van tan ligadas al clima como en antaño. Las malas cosechas van ligadas a la energía. El siglo XXI es el siglo de la cuestión energética porque nadie sabe a ciencia cierta si es real o imaginario, pero va a haber una crisis energética.

El hecho de que Arabia Saudita mintiera sobre sus reservas petrolíferas, la desestabilización de Oriente y los días nublados, son motivos más que suficientes para aumentar el precio del barril de petróleo.

La falta de liquidez de los estados ya ha provocado que Ucrania reconozca que las va a pasar putas para comprar gas este verano.

Europa quiere construir un anillo del gas con Argelia para no depender del gas ruso y es aquí el meollo del siglo XXI. ¿Qué harán potencias energéticas como Rusia y Kazahjstan o como se escriba?. Por Rusia y sus nuevas relaciones internacionales con socios petrolíferos y de recursos minerales pasa la cuestión energética del siglo XXI.

Lo  más probable es que no se ponga control a la cuestión energética y los precios de los alimentos se disparen.

La otra cuestión derivada de la energía son las comunicaciones. Los mercados bursátiles y nuestras pensiones están conectados por internet al IBEX 35 y a la bolsa de Nueva York. El combustible de internet, de los teléfonos móviles, de las radios de los aviones, se llama coltán. El 86% del coltán se encuentra en la República Democrática del Congo y somos totalmente dependientes de que un adolescente se meta en una mina, salga con un saco de coltán y lo transporte durante 3 días por la selva a cambio de 13 euros (una pasta allí). Y por supuesto, somos dependientes de que el Estado garantize la paz mediante la fuerza bruta, algo que no está consiguiendo allí.



Durante la crisis del Antiguo Régime, las malas cosechas fueron en parte debidas a la sequía y digo en parte, porque había tierras sin trabajar, al igual que ahora hay casas vacias y gente sin casas.

El principal problema del siglo XXI no son las desertizaciones, como vienen asegurando y acojonando durante años. El problema del siglo XXI es la crisis del agua potable. Nadie sabe a ciencia cierta si es real o ficticio el problema, pero tendremos una crisis del agua potable y el precio del agua va  a subir.

Todo el que viva en un pueblo es conocedor de las discordias que produce la gestión del agua.



En lo que respecta a la salida revolucionaria, hoy como ayer, es bastante probable que se produzca y es bastante probable que se vuelvan a reproducir los esquemas y valores del régimen anterior: lo nuestro es nuestro, lo vuestro de todos, trabajo asalariado vigilado y castigado, trabajadores aterrorizados por superiores y superiores aterrorizados por otros superiores.

En definitiva los regímenes cambian cada doscientos años. La única diferencia es que el sueño americano fue creado para el desarrollo de tecnología. La misma tecnología que permitirá que un satélite localize e IDENTIFIQUE nuestro rostro desde cualquier parte del mundo.

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