domingo, 19 de enero de 2014

Uretritis psicosomática: esa gran desconocida

Amanece. Despiertas un nuevo día de invierno abrigado por tres mantas, una colcha y un edredón que no lavas desde las olimpiadas de Cobi para tener el sistema inmune a prueba de bombas. Al subir la persiana entra la radiante y majestuosa luz solar causante de un revitalizante optimismo en tu psique. Tu piel se nutre de calciferol (sabes que entre toda esa boina de mierda poca vitamina D podrá absorber tu piel, pero haces que te lo crees) y te sientes armónico y sedado. En estado de absoluta elevación abres la puerta de tu habitación y caminas por el pasillo hacia la cocina, mientras escuchas a los pájaros cantar tu nombre por la ventana.

El gato entra por la ventana (no he facilitado la información antes, pero estás en una casa baja, de esas de pueblo y por algún extraño motivo el cual ignoras te has dejado la ventana abierta en pleno invierno) después de haber pasado una noche entera de juerga gatuna. El gato abre la boca saludándote y te percatas de su olor nauseabundo y su aspecto churretoso. Coges a Felino Gracia Redondo y lo metes en la bañera para lavarlo con agua . Sin embargo, el gato te araña toda la cara. Gran error Pepito, casi siempre nunca un gato en la bañera has de meter, a no ser que vacía de agua esté.

Tu gato sale corriendo tras insultarle en un popurrí de diferentes idiomas y dialectos: serbo-croata, albano-kosovar,  astur-leonés, chabacano, mapuche y yakuto (sabedor de que el gato te tiene a tí y tú no tienes al gato, no le vas a insultar en su idioma para que te eche de casa). Con 47 años y ruborizado por el pueril desconocimiento de que los gatos se lavan solos, pero con la dignidad de haberlo aprendido con toda la dureza de la vida, marchas a la cocina con la cara ensangrentada para hacerte el desayuno.

Llevas tu almuerzo rico en fitomenadiona al salón, para no morirte de hemorragias internas como en buena parte del mundo. El mundo se lleva las manos a la cabeza cuando ve ese pedazo de salón anti feng shui de muebles sin renovar desde el desembarco de Normandia, pero a tí te la sopla. Estás orgulloso de vivir sin el vital objetivo de renovar los muebles del piso cada 7 años. Te sientas en ese pedazo de sillón cuyo asiento se hunde hasta quedar a 5 centímetros del suelo, apoyas los brazos en los reposabrazos y tu cabeza se queda a la altura de ellos. Devoras tu desayuno en tan lúgubre y destartalada habitación para muchos y muchos e "irutas" con aprecio de haber degustado la comida. Tu eructo se escucha en los apeninos de los Andes, en los baños públicos de Sento y Hammin, lo escucha un indio haciendo meditación en el cañón del Colorado, un udegué montado en un trineo tirado por renos,  se escucha en todas las radios de contacto alien de la NASA y Mel Gibson en los círculos de las cosechas.

No obstante, te abstienes de seguir contactando porque son tiempos de sobriedad, individualidad y mesura. La costumbre de la mañana requiere salir a por víveres para el resto del día, pero antes de salir de casa tienes que ponerte la lavativa para dejarte el cólon como el pozo de los deseos. El cólon debe de estar siempre limpio, como bien te indicaban los manuales tahoístas de la época jipi, "20 litros de agua al día alargan la vida". Después de enchufarte 20 litros de agua por el culo, te bebes un litro y medio de zumo de zanahorias natural de tres tragos y un tubo de whisky a palo seco  y te pones un temazo:


Sales a la calle como si fueras Ronald Reagan bajando del avión privado sobre alfombra roja. El estilo de tus pasos al caminar dista mucho de los trompicones de las bestias humanas, mundanas y simples. La pelliza de piel de borrego es el imán maestro para fijar la atención en tí, dibujando la inercia de los brazos al caminar una reminiscencia de Elvis Presley. Los zaragüelles de color rojo son toda una invitación al frenesí de la pasión con la primera viuda que se te cruce... (continuará)

 



Las estrechas calles semidesiertas con su pavimento levantado te conducen al supermercado de tu barrio. Alrededor del pavimento levantado contemplas la estampa de gotas de sangre y restos de dentaduras. Algunas pintadas "ciudadanas" en el suelo incitando a la innovación, "aquí me ostié contra el suelo y denuncié al ayuntamiento" -dice una de ellas. Los edificios desolados, en pie a duras penas, vestigios de una eṕoca dorada anterior. hechos en falta de un mantenimiento adecuado al superar la edad de jubilación de 85 años. Las calles llenas de basura despidiendo mal olor, adolescentes fumados hablando solos, socabones en la calzada y ancianos saliendo de las alcantarillas.

Si, lo sabes. La situación no es para tirar cohetes, pero hace un día espléndido y sabes que con el poder de tu mente te haces dueño de tu destino. Has comprado "El secreto" de Ronda Bhyrne, te has gastado una pasta en congresos de metafísica vibracional, has asistido a meditaciones grupales y has dado el 50% de tu sueldo al gurú. Estás a punto de recibir la abundancia del universo a base de respiraciones profundas de átomos de luz.

Tras realizar numerosos esfuerzos para ahuyentar los pensamientos negativos de tu mente llegas a la entrada del supermercado. Todo es maravilloso. La técnica de contención del aliento de camino al super te ha dejado en bradicardia. Lo notas, debe de estar alrededor de cincuenta pulsaciones. Estoy en estado de provisión y éxito completo, piensas. Todo fluye y puedo proveerme de alimentos ricos y nutritivos (en realidad casi todos llevan agentes -e, no puedes saber cuales son transgénicos y el abuso de comida congelada te va a provocar un cáncer de escroto, pero haces que te lo crees, para alinearte con el universo).

Cuando de repente, ¡horror!. Las cosas empiezan a dejar de fluir. La presión sanguínea aumenta a niveles insospechados, sientes molestos hormigueos en los dedos de tus pies, un dolor en la parte baja del vientre y un ardor que aumenta a cada segundo en intensidad sobre la punta del pene. ¡Qué me pasa!, seguro que el hijoputa del gato me ha dado toxoplasmosis, ¿o será que he comido verduras en mal estado?. Ese molesto escozor altera tu dimensión espacio-tiempo haciendo que todo transcurra más lento en un lugar más reducido.

La percepción del lugar que ocupas cambia de parecer. Consideras la creación como una enorme explosión de pus, vómitos, defecaciones y mierda. La naturaleza no es más que el preludio de vida en un puto matadero de mierda, que se hunda el puto campo en el abismo, se marchiten las flores, exploten las estrellas y se coman todos su mierda. ¡Oh, campos de soledad!, he estado en reposo fabricándome un refugio para deslizarme en el sosieso y el reposo, aislado de la agitación, del miedo, de la inmundincia... pero, ¿qué mierda es esta?.

La irritación te parte por la mitad a la altura de los congelados. Un amable vecino al notarte con molestias te ofrece su tableta para que busques en google lo que te pueda ocurrir. Al rechazar tu su ofrecimiento, el amable vecino busca asistencia médica on-line en google. (continuará....)





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